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Erik

Gotica

Erik.

        En la recepcion hacia un calorcito agradable, y un entorno agradable tambien. Seguramente gracias a que no es un hotel frio de esos modernos de grandes espacios sino algo acogedor con su techo en galeria y sus muebles de madera vetustos granito en las paredes, un trozo de cancho que sobresale del suelo en un rincon dela estancia y que a quedado ahi a proposito para dar a entender que todo el pueblo esta asentado sobre roca..

        En la calle ahora ya, un frio gelido, oscuridad, silencio. Solo la luna, en un cielo oscuro, luna que no ilumina porque esta empezando a ser y aun le faltan dias para serlo. Calles solitarias de un siglo con equis y uves en penumbra alumbradas aqui y alla por un farol cansino que permite ver lo justo, pero ni un tanto mas. Voy dejandolas a tras esquina tras esquina alguna ventana entreabierta mas bien entrecerrada (que no existe tal palabra) iluminada torpemente por una luz estroboscopica que hace cambiar las sombras por la sucesion de cuadros. Y ambiente denso de  silencios, de ese silencio que intimida y  hasta da miedo. Silencio a gritos de silencio. Que te hace mirar a un y otro lado como buscando algo que no esta pero que pareciera que si.

        Frio, mucho frio de nuevo que acentua si cabe aun mas ese silencio oscuro que otrora se viera truncado por botellones ruidosos, calidos aun en noches como esta. Ahora desplazados por ley al parking de una gran superficie a las afueras de la ciudad nueva.

        Me paro ahora justo bajo una de las vidrieras de Santa Maria y permanezco ahi con la espalda contra la pared durante un rato observando simplemente las sombras que bailan de los cipreses al son del viento que no suena y la luz verdosa de un farol mortecino o lo que queda de el.

        Saco el libro del bolsillo (claro por esto le llaman edicion de idem) y continuo leyendo el final de la historia.

        Ahora las manos ya muy frias se cansan de sostener el libro.

        Volvere al calor.....

Músicas: No hay musicas esta noche.

y III

        Cuando hace ya muchos años escribí este relato, supuse que estaba llegando al término de mi viaje a través del tiempo. Pero es obvio que sigo aquí, y debo añadir ciertos comentarios.

        Ayer, al amanecer, un pajarillo se posó en el borde de mi ventana y empezó a cantar. Nunca en mi vida había escuchado un canto tan vigoroso y ardiente. Parecía que el cielo se hubiese abierto y aquella avecilla llevase acumulados en su pecho los sonidos más hermosos del Universo. Allí estaban la luz del sol, la claridad, el amor, la amistad, el misterio. El canto continuó mientras yo permanecía echado en la cama, arropado y sin mover ni un músculo, temiendo interrumpirlo.

        No sé cuanto tiempo permanecí hechizado por aquellos trinos mágicos, pero en un momento dado empecé a escuchar la melodía inconfundible de Hasta que volvamos a encontrarnos. La canción alcanzó unas notas de puro éxtasis. Creí que iba a morir de gozo. La esencia auténtica de la vida parecía fluir por cada poro de mi cuerpo.

        De pronto, la canción terminó. Miré hacia la ventana en el momento justo en que el pajarillo caía hacia un lado. Cuando lo cogí entre mis manos estaba muerto. Miré a sus ojos y ví en ellos algo indefinible, pero clarísimo. Aun muertos, aquellos ojos pedía ardientemente la llama de la vida.

        Como respuesta a una tierna súplica, me sorprendí a mí mismo hablando suavemente:

        - No, amigo mío, no estoy enfadado. No puedo negarte la vida de un pájaro a cambio de tanta alegría. El pajarillo te estará agradecido. ¿Cómo puedo sentir enfado si ahora soy tan feliz…al saber que al fin conseguiste tu anhelo?

        Después mire por la ventana y contemplé los cálidos y alegres rayos del sol mañanero.

        - Y, por favor, amigo mío -rogué dulcemente-, por favor, ven pronto a buscarme. Ciento veinte años son ya muchos, muchos años.

2 comentarios

erik -

Joer..... vaya que si..

Jajajajaja.

buho -

He vuelto a empezar desde el primero, después con el segundo y he terminado con éste.
La muerte, ese fantasma que nos acecha, que nos ama porque nos desea pero que no nos deja libres para decidir cuando queremos ir a su lado. Aunque si fuera por mí, aviado iba para encontrarme. Y espero que a tí también.
Besos